martes, 26 de abril de 2016

LEYENDAS DE BOYACÁ


Mamapacha la Leyenda de Garagoa




Nuestra Leyenda tiene su epicentro en el Páramo de Mamapacha, especialmente en el cerro doña Francisca, Cuentan los abuelos que en la falda del cerro sitio los enseñillos o puente piedra, habitaba una señora muy rica, se vestía con una hermosa túnica que le cubría todo el cuerpo y en otras ocasiones de trajes similares al campesino; enaguas adornadas con encajes preciosos, camisa en dacrón o seda, cubriendo su cabeza con una mantilla de flecos finos, sus pies eran calzados por alpargatas elaboradas en fique, se apoyaba en un bastón dorado, la acompañaban seres míticos bajitos con apariencia campesina, unos interpretando extrañas melodías, otros llevaban animales y plantas a estos seres se les llamaba mohanes, al pueblo vienen a comprar panela, café y tabaco; estos terrenos los gobernaba la matrona llamada Doña Francisca a quien familiarmente le decían Mamapacha. 

En tiempo de grandes sequías ordenaba a los mohanes que bajaran al pueblo en horas de la noche para que raptaran a la más hermosa doncella que encontraran. Una vez cumplida la misión, la víctima era conducida al cerro y allí en una ceremonia especial la sacrificaban. 

Donde caía la sangre de la muchacha, brotaba un manantial inagotable de agua muy pura. Así nacieron la laguna de Mundo Nuevo y las quebradas de la Colorada y Quigua, fuentes hídricas que alimentan el acueducto de Garagoa. 





El Farol de las Nieves


Si se ve una luz que anda sola en la plazoleta de Las Nieves es la famosa ‘emparedada’, una joven que recibió el castigo por parte de su padre de ponerla en medio de dos paredes por buscar un matrimonio a disgusto y a escondidas.

El progenitor, cuando conoció el problema, salió con un farol en busca de su hija por la calle que va a la catedral, y al no poder convencerla, tomó la decisión de emparedarla en una alacena que existía en una de las piezas de la habitación. 






                                       HUNZAHÚA

El cacique Ramiriquí tenía dos sobrinos: Hunzahúa heredero del trono y su hermana Nonzetá, quienes vivían en el cercado de Hunza, en una “cuca”, seminario de formación, habitación privada del trono.
El heredero según las leyes de Nemequene y Bochica, no podía sentir amor hasta la llegada al gobierno. Solo dos mujeres podían hablar a Hunzahúa: la madre Faravita y su hermana Nonzetá.
Los árboles y tupidos maizales del cercado eran cortina para ocultar a los hermanos, quienes juntos jugaban y veían brotar las flores y el mecer de los nidos en las ramas, cuando las aves unían sus picos temblorosos, tras el abanico de las alas; y a través de las cristalinas aguas contemplaban la juguetona carrera de los peces buscando el apareamiento, por esta natural imitación, los hermanos comenzaron a acariciarse, mientras la cabellera de Nonzetá esparcida por el viento formaba un terciopelo sobre los hombros de su hermano, así los vio el maizal que rodeaba el cerco del bohío y así, pletóricos sus cuerpos de caricias y de besos incestuosos, los sorprendió una mañana, la vigilante madre Faravita, encargada de velar por la inocencia del heredero.
Se celebraba una gran fiesta en Hunza, la nueva Capital del Reino Chibcha, todos los caciques y señores, toda la nobleza del pueblo esperaba la aparición de Sue, que desde las tierras de Ramiriquí, debía llegar por los dominios del Cacique Soracá. Los primeros fulgores de Suamena, (La mañana). Adoraban a Hunza y mientras en los “Cojines”, el pueblo del Reino y sus jeques, con las rodillas hincadas y los brazos extendidos saludaban al dios dispensador de luz y de calor. Abajo en el llano Faravita y su hija Nonzetá preparaban la chicha, la dorada fácora que suavizan los rigores del sol, para la continuación de los festejos públicos.
Las dos mujeres guardaban silencio y mientras con “La sana” revolvía la masa, Faravita preguntó a su hija si eran ciertos los rumores de amor que llegaban del maizal. Nonzetá inclinó la cabeza y daba vueltas con sus dedos a su revuelta cabellera, como queriendo ocultar la alborada de rubor, que igual a la de la mañana teñía de rojo sus mejillas; siguió muda y temblorosa, nueva pregunta y nuevo silencio, pero a la tercera Nonzetá prorrumpió en llanto y en frases entrecortadas por los sollozos, contó a su madre la amarga realidad del corazón. Faravita presa del maternal dolor quiso castigar a Nonzetá, con el mismo palo de revolver la chicha, pero la doncella daba vueltas a la vasija aprovechando su agilidad superior a la de su anciana madre, por lo que ésta en un arranque de ira lanzó la sana y rompió la olla: La chicha empezó a regarse; y de la tierra brotó agua aumentando el líquido amarillento que inundaba el pasto, formándose un gran pozo. Nonzetá como una flecha atravesó bohíos, rubricando con su cabellera el itinerario de la fuga.
De los Cojines descendía el cortejo: Hunzahúa y su tío el cacique de Ramiriquí encabezaban la marcha y cuando se disponían a la continuación de los ritos, empezó a pasar de boca en boca, el descubrimiento del secreto, el amor bastardo del heredero. Hunzahúa llegó al bohío mientras un eco de llanto salía del maizal, era Nonzetá que tendida sobre el césped, suspiraba por su culpa, Hunzahúa llegó en silencio y de pie, en el más angustioso mutismo, oyó de labios de su hermana la historia, ya eco de los vientos y mirando hacia todas partes y estrechando entre sus brazos a su hermana, le dijo al oído: “Me marcho lejos” y salió del cercado; miró al llano y vio reflejar como más amarillos por el sol, las aguas del hoy Pozo de Donato; pensó en que las sagradas leyes de Nemequene castigaban a los incestuosos enterrándolos en un foso, con el agua al cuello y juzgó que ese pozo era el lugar final de su tormento.
Ya las protestas, los gritos y amenazas de la multitud, llegaban a Hunzahúa, ya miles de manos crispadas por la cólera se acercaban para aprisionarles, entonces emprendió la fuga y pasó por los Cojines sin hacer veneración alguna, desacato que exacerbó aún más los ánimos de la muchedumbre, que enloquecida siguió en su persecución. Hunzahúa alcanzó la cima del cerro y en un arrebato de temerario valor volvió la cara. El sol caía a su rostro más ardiente que nunca, pensó que el gran Sue le azotaba con un ramal de rayos, pero esperó, porque a distancia de la multitud, subía la cuesta su hermana Nonzetá despreciada también por el Reino.
Ya los dos en lo más alto de la cima, veían la muchedumbre, que trepaba, cuando Hunzahúa puesto arriba los brazos maldijo a la ciudad de Tunja: “estéril quedarás ciudad querida; ya nunca más, ni flores ni árboles verán tu suelo; la tierra que te sostiene será desnuda y barrancosa para que no puedas extenderte; y porque fuiste ingratay cruel con Hunzahúa, tu fundador, no tendrás más compañero que el viento, ni más abrigo que el frío. “Adiós Hunza para siempre”.
Al final de penosas jornadas arribaron al salto de Tequendama, y se apresuró Hunzahúa a cruzar el torrente, para fijar la morada que le señalaba el destino, y al alcanzar su brazo vigoroso para asir de la mano a su amada, se convirtieron en sendas rocas que vigilan por siempre la caída impetuosa de las aguas, hacia el abismo de la catarata.

MITOS Y LEYENDAS DE BOYACÁ.


En el territorio boyacense se libraron batallas determinantes para la independencia de Colombia. Por este motivo, el libertador Simón Bolívar lo denominó "Cuna y Taller de la Libertad" y en su honor fue creada la Orden de Boyacá en 1819. En este departamento, hay infinidades de historias por contar y más aún unos bellos mitos y leyendas.


Espanto del Panóptico.




Según los tunjanos, este espanto aparece la noche del 1°. de noviembre, día de Todos los Santos, vísperas del Día de los Difuntos. 

Las gentes tunjanas veían salir de la antigua sacristía de la Iglesia, la extraña figura de un fraile agustino, vestido de negro con capucha y mangas anchas, con un cordón o cinto alIado; al verlo se encontraba una calavera bajo la capucha. Esta extraña figura se dirigía con premura a lo largo del corredor. Si alguien se le interponía al monje, éste se le abalanzaba y lo arrojaba al patio con violencia. 

Los presos del Panóptico le tenían miedo a la llegada del 1°. de noviembre en la media noche, anterior al día de difuntos; y en la misma forma, el viernes santo en las horas de la tarde. 

El poeta tunjano Alfredo Gómez Jaime, se propuso conocer el terrible espanto; según sus comentarios, lo pudo ver y sentir en la noche víspera del Día de Difuntos. 

Según la tradición tunjana, el poeta se desmayó y estuvo varios días en el Hospital de Tunja. Sobre sus impresiones, escribió su poesía "La garra fría", poco conocida en el mundo de las letras.



EL SEÑOR DE LOS MILAGROS.



Según los antepasados, se cuenta que el señor de los milagros era de La Salina, , viste prendas blancas con bordes dorados, en cada mano tiene 3 rubís y una corona adornada con esmeraldas y rubís y en el centro de su cuerpo tiene un diamante. Lo encontraron junto al monte de la Iglesia y un señor llamado Cipriano lo encontró vino y reunió gente y dijo que iban a traer el crucifijo que el había encontrado y se fueron a traerlo por el antiguo camino de Salazar y la primera jornada la hicieron al punto llamado Boca Monte, hicieron la jornada, y se acostaron a dormir mientras ellos dormían se les escapo nuevamente para el lugar donde estaba. Volvieron a traerlo, la jornada la hicieron Salazar y se les volvió a escapar al monte de la iglesia y allá lo encontraron y le preguntaron qué quería para venirse con ellos. Fue cuando le hicieron la promesa de los Caballeros de Cristo, la cual se celebra cada 7 años con los croquis españoles, ya que es una tradición heredada de nuestros conquistadores. Además, la promesa incluía ponerle una cabellera de un niño, no se sabe por cuantos años, para que no se fuera para La Salina.